Un mes con Don Bosco. Día 6: En el rincón de la cocina, la vara. La gran sed de verano

Un mes con Don Bosco

Día 6: En el rincón de la cocina, la vara. La gran sed de verano

Mamá Margarita tenía las manos destrozadas por el trabajo, pero sabía acariciar dulcemente a sus niños. Porque era una trabajadora, pero sobre todo era siempre la mamá de sus hijos.

Era una mamá dulcísima, pero enérgica y fuerte. Los hijos sabían que cuando decía que no, era no. Y no había caprichos que la hicieran cambiar de parecer. Don Bosco recuerda dos episodios que iluminan vivamente el carácter dulce y firme del amor de su madre. Sigue leyendo

Un mes con Don Bosco. Día 05: Para mamá Margarita Dios está en los demás

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Día 05: Para mamá Margarita Dios está en los demás

Mama Margarita 02Margarita enseñó a Juan a ver a Dios no sólo en la naturaleza. Le enseño a verlo también en la cara de los demás (que es una manera más incómoda y, al mismo tiempo, profundamente cristiana). Si había un enfermo grave en las casas vecinas, iban a despertar a Margarita. Sabían que no se negaba a echar una mano. Y ella despertaba a uno de sus hijos, para que la acompañase.

Decía: <<Hay que hacer una obra de caridad. Hacer una obra de caridad>>: con esta sencilla expresión, en aquellos tiempos, se ponían juntos muchos <<valores>> que todos llamamos generosidad, compromiso por los demás, entrega, altruismo, servicio, familia abierta…

La caridad, en la familia Bosco, no se hacía por filantropía o por sentimiento, sino por amor de Dios. Dios vivía en aquella casa. Allí entraba con la cara del mendigo, del bandido buscado, del viejecito que ya no tiene nada.

Los zuecos del mendigo

<<En invierno -recordaba Don Bosco- venía muchas veces a llamar a nuestra puerta un mendigo. A su alrededor había nieve, y pedía dormir en el pajar>>. Margarita, antes de dejarlo ir allá arriba, le daba un plato de caldo caliente. Luego le miraba los pies.

La mayoría de las veces estaban rotoso. Los zuecos consumidos dejaban pasar el agua y todo. Ella no tenía otro par que regalarle, pero le envolvía los pies en trozos de paño y los ataba como podía.

El viejecito sin nada

En una casa de Los Becchi vivía Cecco. Había sido rico, pero había derrochado todo. Había caído en una miseria total, en las que es difícil salvar incluso la propia dignidad. Los muchachos se burlaban de él. Las mamás lo señalaban a los niños y contaban la fábula de la hormiga y de la cigarra: <<Mientras nosotros trabajábamos como hormigas, él cantaba, se divertía. Era alegre como una cigarra. Y ahora miro cómo se ha quedado. Aprende>>.

Aquel viejo se avergonzaba de pedir limosna y muchas veces padecía hambre. Margarita, cuando era de noche, dejaba en el alféizar de una ventana una ollita de menestra caliente. Cecco iba a tomarla caminando en la oscuridad.

Juan aprendía. Antes la caridad que el ahorro. Había un muchacho que trabajaba como mozo en un casería poco lejano. Se llamaba Segundo Matta.

Por la mañana, el patrón le daba un pedazo de pan negro y le ponía en la mano el ronzal de dos vacas. Debía llevarlas al pasto hasta mediodía. Al bajar al valle, encontraba a Juan que llevaba también él las vacas al pasto y tenía en la mano un trozo de pab blanco. En aquellos tiempos un pan así (llamado <<pan de flor de harina>>) era una exquisitez, costaba mucho más que el pobre pan negro.

Un día Juan le dijo:
-¿Me haces un favor?
-Con gusto.
-Querría que nos cambiásemos el pan. El tuyo debe de ser mejor que el mío.
Segundo Matta se lo creyó y, durante tres estaciones consecutivas -es él quien lo cuenta- siempre que se encontraban, se cambiaban el pan. Sólo cuando fue hombre, el señor Matta lo pensó y comprendió que Juan Bosco era una gran persona.

PISTAS DE REFLEXIÓN

Jesús ha dicho en el Evangelio: <<Lo que hagáis a uno de estos pequeños, sin importancia, que están a vuestro lado, lo habréis hecho a mí>>.

A tu alrededor está Jesús que espera ser tratado bien.

Cuando haces un acto de delicadeza a una persona, lo haces a Jesús.

Cuando das una bofetada o dices un insulto a alguien, lo haces a Jesús. Cuando das un caramelo, o algo que te gusta, a otro, lo haces a Jesús.

ORACIÓN

Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo.

Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano.

Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.

Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.

Un mes con Don Bosco. Día 04: Mamá Margarita enseña el sentido de Dios

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Día 04: Mamá Margarita enseña el sentido de Dios

Una de las ideas más frecuentes que mamá Margarita inculca a sus hijos es: “Dios te ve”, Deja que vayan a corretear por los prados cercanos, y mientras parten, les dice: “Acordaos de que Dios os Ve”. Si observa que se hallan dominados por pequeños rencores, o a punto de inventar una mentira para librarse de un apuro: “Recordad que Dios ve también vuestros pensamientos”. Sigue leyendo

Un mes con Don Bosco. Día 02: El pequeño prestidigitador y saltimbanqui

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Día 02: El pequeño prestidigitador y saltimbanqui

Juan ha visto un ejército de muchachos, en el sueño. Aquel Señor y aquella Señora le han invitado a hacerles el bien. ¿Por qué no comenzar en seguida? Muchachos, ya conoce bastantes: los compañeros de juegos, los pequeños mozos que viven en los caceríos espacidos por los campos. Muchos son buenos muchachos, pero otros son vulgares, blasfemos. Sigue leyendo

Un mes con Don Bosco. Día 1: ¡He tenido un sueño!

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Día 1: ¡He tenido un sueño!

bosco_nueveEn el libro de sus memorias, Don Bosco contó: <<A los nueve años tuve un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida. Me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos.

En aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, noblemente vestido. Un blanco manto le cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: Sigue leyendo